Avda. Fco. Alcalá 9 – Villalba del Alcor (Huelva)

400 años de presencia

Fernando Millán Romeral
O. Carm. – Prior General

El 11 de febrero de 1619, hacía su entrada en Villalba del Alcor el grupo de hermanas provenientes del Monasterio de Santa Ana de Sevilla, acompañadas de varias seglares que tenían la intención de tomar el hábito carmelita en la nueva comunidad. Las acompañaban varios frailes carmelitas y otros allegados que ayudaron a las hermanas en el viaje y la mudanza. Eran monjas que venían muy motivadas e inspiradas por el impulso reformador del Concilio de Trento. Y allí, en Villalba, encontraron un lugar acogedor, una iglesia local que daba la bienvenida a esta comunidad, quizás sin saber que la historia de estas carmelitas iba a ligarse de forma muy estrecha y muy fecunda a la historia misma de esta querida localidad onubense.

Celebramos, por tanto, en este año de 2019, el IV Centenario de la fundación del monasterio. Dios mediante, espero poder participar en alguno de los actos que se están organizando para celebrar este importante aniversario. Hace ya algunos años, me dijo el que por entonces era Superior General de la Compañía de Jesús (el P. Adolfo Nicolás, SJ) que él no iba a nunca a aniversarios que no tuvieran dos ceros (es decir, centenarios). Es una norma sabia, porque, si no, nos pasaríamos la vida celebrando aniversarios de toda índole. Yo debo confesar que, en bastantes ocasiones, he roto esta norma de oro, pero en este caso no ha hecho falta. Es un aniversario redondo, un centenario, una fecha importante en la historia no sólo de las monjas de Villalba sino de todo el Carmelo bético al que me honro en pertenecer.

Por ello, lo primero que quiero expresar es mi alegría fraterna por este evento, el gozo “de familia” de poder acompañar en este centenario a nuestras hermanas a las que conozco desde mi noviciado, cuando nuestro maestro, el P. Alfonso Moreno, quiso (sabiamente) que conociésemos un poco más la familia a la que nos íbamos a incorporar. Dado que los dos novicios éramos madrileños -y que casi no conocíamos Andalucía- nos pusimos en camino con un utilitario desde Hinojosa del Duque, donde hacíamos nuestro noviciado, hasta Aracena, de ahí a Sevilla y de ahí a Villalba. Luego visitamos otros conventos de Andalucía hasta volver a Hinojosa. Ahora me doy cuenta de lo importante que fue aquel viaje en mi vocación. Conocimos comunidades sencillas, acogedoras, alegres… En Villalba había varias monjas muy jóvenes y, desde el primer momento, se creó una sintonía humana y espiritual. Quizás, el P. Alfonso sabía que ese conocimiento personal de nuestras hermanas podría hacer a los novicios al menos tanto bien como las charlas del noviciado y enriquecernos tanto o más que los libros y manuales de espiritualidad.

Desde entonces (¡y ya ha llovido!) hasta ahora, siempre he contado con ellas. Están ahí, en la retaguardia, orando por nosotros. Las he visitado en varias ocasiones, no tantas como hubiese querido, porque durante años he vivido en lugares lejanos (Madrid, Dublín, Roma…), pero siempre he sentido esa acogida fraterna y auténtica que dice mucho de esta comunidad. Un año tuve la suerte de predicar el septenario de la Virgen del Carmen en agosto y de saborear la devoción popular tan grande que hay en Villalba por María, Nuestra Madre y Hermana, como nos gusta llamarla a los carmelitas desde tiempos inmemoriales, bajo esta advocación tan entrañable y tan universal del Monte Carmelo.

Además, en Villalba conviven dos grupos muy importantes de la familia carmelitana. Me explico. Desde hace ya varias décadas (a la luz de la eclesiología del Concilio Vaticano II), en el Carmelo venimos hablando de “familia carmelita”. Se trata de reconocer gozosamente que el carisma carmelita no es una propiedad de la Orden (frailes) sino que es un don del Espíritu compartido y vivido de diversos modos según los diferentes estados. Incluso nuestras Constituciones incluyen un número dedicado a esta noción de “familia carmelita”. Sin duda (y espero tratar de esto en la conferencia que daré el año que viene en Villalba), las monjas son una parte importantísima de esa familia. Muchos santos del Carmelo han señalado que ellas mantienen vivo el fuego del carisma de forma muy especial y muy genuina.

Pero, en Villalba existe, además, una Hermandad de la Virgen del Carmen que también celebra por estas fechas el cuarto centenario de su fundación. Muchos laicos forman parte hoy en día de la familia del Carmelo con diversos tipos y formas de pertenencia: los terciarios (que tienen una vinculación especial), los cofrades, la juventud carmelita (JUCAR), los miembros de las diversas ONG’s también carmelitas, los de las asociaciones de antiguos alumnos de nuestros colegios, etc. Las

hermandades y cofradías del Carmen mantienen la devoción tan popular y entrañable de la Virgen del Carmen. Hoy en día, la piedad popular constituye una plataforma de evangelización que no puede ser descuidada. Es verdad que (siguiendo el pensamiento del Papa Francisco y del documento de Apareçida, entre otros), en ciertos casos la religiosidad popular debe ser purificada, corregida de posibles errores (sentimentalismo, devocionismo pasajero, falta de contacto con la vida) o incluso evangelizada. Pero no podemos olvidar ni ignorar que la piedad popular también nos evangeliza. Que a través de las devociones y de los cultos el pueblo sencillo expresa muchas verdades y actitudes profundas de fe: la confianza en un Dios bueno, la esperanza, la solidaridad y, en definitiva, la fe. Además, en tantos casos, las hermandades y cofradías se convierten en verdaderos promotores y custodios de la belleza artística que, no lo olvidemos, es también un camino (la “via pulchritudinis”) para llegar al encuentro con Dios. Ojalá que la Hermandad del Carmen de Villalba siga siendo un lugar de celebración de la fe, de encuentro humano, de solidaridad y de cultura, inspirado por una honda y auténtica devoción mariana.

En segundo lugar, quiero señalar que -como he repetido en muchos foros, con motivo de otros centenarios- estas celebraciones no nos tienen que servir solamente para mirar al pasado (que también), sino que deben proyectarnos hacia el futuro. No hacemos arqueología, ni nos regodeamos en el recuerdo romántico y nostálgico de un pasado supuestamente glorioso, sino que intentamos agradecer todo lo recibido en estos años, aprender y mejorar en lo que sea necesario, y también acoger la inspiración y la provocación que vienen de esta historia. Como se dice en teología sacramental, en estos aniversarios debemos “hacer memoria” (anámnesis), es decir, traer de forma celebrativa y agradecida un pasado al presente, para que nos proyecte hacia un futuro.

Por último (quizás lo más importante), quisiera mostrar mi gratitud -a título personal y como Prior General de la Orden del Carmen- a todos los que os estáis ocupando de este centenario. Sé que las monjas carmelitas son muy queridas en Villalba y que Villalba siente las monjas como suyas. Por ello, no me ha sorprendido el afecto con el que estáis preparando los actos conmemorativos. Muchas gracias, por tanto, a todos: a Don Sebastián Fernández Pérez, Alcalde-Presidente de Villalba del Alcor; a Don Antonio Fernández Albarrán, nuevo Párroco de San Bartolomé, quien muy amablemente ya ha mostrado (cuando esto escribo) su disponibilidad para esta celebración; a Don Manuel González Domínguez, Presidente de la Hermandad de Nuestra Señora del Carmen; y a Don José Alfonso Moreno de Lara, Presidente de la Asociación para la defensa de Patrimonio Cultural “Fernández de Landa”. Asimismo, quisiera expresar también mi agradecimiento a Don Pedro Godoy Domínguez (con quien compartí hace ya muchos años un tiempo en nuestro colegio internacional de Roma cuando los dos cursábamos estudios de especialización) y a Don Sergio Del Toro Espinosa. Ambos están siendo facilitadores de tantas cosas y están pendientes de todo, siempre ahí, con una sonrisa y una palabra de ánimo, para lo que vaya surgiendo. Que el Señor y Nuestra Madre del Carmen os bendigan a todos por la vuestra generosidad.

Y el agradecimiento principal va para nuestras hermanas, las monjas carmelitas de Villalba del Alcor. Gracias por vuestro servicio generoso, oculto, muchas veces incomprendido, callado… a la Iglesia y al mundo. Vuestra presencia es siempre una bendición, un regalo, un interrogante que cuestiona algunos de los valores de nuestro tiempo. Nos recordáis la importancia del silencio, de la entrega generosa, de la oración confiada… En un mundo con exceso de mensajes, de palabras huecas, de eslóganes y de superficialidad; en una sociedad no siempre esperanzada ni serena; en una Iglesia que no siempre muestra la belleza de la fe; en un mundo que necesita de testigos del amor incondicional del Señor… vosotras sois un signo -humilde, pero también intenso- de todos esos valores.

Como Prior General y como hermano en el Carmelo… ¡MUCHAS FELICIDADES Y GRACIAS!