Como incienso en su presencia
Monseñor José Vilaplana Blasco
Obispo de Huelva
El IV Centenario de la fundación del Monasterio de San Juan Bautista, de Madres Carmelitas de Villalba del Alcor, nos depara un momento de gracia para toda la población y para cuantas personas, hermanas y hermanos de la Orden Carmelita, amigos y conocidos de la Comunidad, vibran con la acción de gracias por estos cuatro siglos de un convento en el que, a lo largo de los siglos, tantas hermanas han hecho y hacen realidad, para bien de la Iglesia, lo que dice el Salmista: “Suba mi oración como incienso en tu presencia, el alzar de mis manos como ofrenda de la tarde” (Sal 141, 2).
Este monasterio, como tantos otros, habitados por las monjas, nos hace volver la mirada no sólo a su pasado, sino a su futuro, porque las religiosas contemplativas, como decía San Juan Pablo II: “Son muy necesarias en la Iglesia. Son profetas y maestras vivientes para todos; son la avanzadilla de la Iglesia hacia el reino. Su actitud ante las realidades de este mundo, que ellas contemplan según la sabiduría del Espíritu, nos ilumina acerca de los bienes definitivos y nos hace palpar la gratuidad del amor salvador de Dios” (Discurso a las religiosas de clausura. Ávila, 1-XI-1982).
Por eso, la mirada al pasado, desde aquel día en que el sacerdote villalbero García Jiménez Franco decidiera dotar una fundación carmelita en Villalba del Alcor; o de aquel otro de 1619 en que llegaran las primeras monjas; o de aquellos otros en que sus monjas salieron a fundar en Cañete la Real, o a fundar y reforzar comunidades en Gran Canaria, en Kenia, en Santo Domingo, etc…; la mirada al pasado, digo, se convierte en una gratitud inmensa a quien origina todo esto: el Señor que ha querido reunir a sus esposas en este cenobio a lo largo de cuatrocientos años. ¡Cuántas hermanas han hecho y hacen verdad en este lugar y en esta vocación su camino de santidad! ¡Cuántas gracias se han derramado y se derraman a través de las manos alzadas de las Carmelitas de Villalba!
El incienso es un signo de la adoración y de las plegarias de los santos que suben ante el Altísimo (cf. Ap 8, 4). La vida de las Carmelitas, durante cuatro siglos, y hoy, es un signo profético para la Iglesia: la primacía de Dios, el “solo Dios basta” de Santa Teresa; la oración de intercesión en el Cuerpo Místico de Cristo, en el que ellas son, y pueden decir con Santa Teresa de Lixieux: “en el corazón de la Iglesia, mi madre, yo seré el amor” (Historia de un alma). Y todo ello bajo el manto de la Madre y Hermosura del Carmelo, en el espíritu de Elías que les hace vivir en el ardor del celo por la Casa de Dios, y en obsequio de Jesucristo, siguiendo los consejos evangélicos.
Sólo puedo dar gracias a Dios con vosotras, queridas Hermanas de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo, y, al ver vuestro interés y vuestra dedicación en la plegaria constante por esta Iglesia diocesana de Huelva, no puedo menos que exclamar con el Salmista y con vosotras: “¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?” (Sal 116, 12). En este IV Centenario, la respuesta que Él espera de vosotras es clara: cumplir al Señor vuestros votos en presencia de todo el pueblo (Cf. Sal 116, 14). ¡Felicidades Carmelitas!, ¡felicidades Villalba del Alcor!
Con afecto os bendigo.