Avda. Fco. Alcalá 9 – Villalba del Alcor (Huelva)

Una sola raíz para un pueblo y un convento

Sor María Pilar Martín Gómez, O. Carm.
Priora del monasterio de San Juan Bautista

Entre los muchos ecos que empiezan a oírse, despertando la memoria agradecida, de la sencilla y profunda historia de este Monasterio Carmelita de San Juan Bautista hace ahora 400 años, elevamos también el nuestro, las monjas de este convento, para compartir con todos nuestro canto de alabanza a Dios, por su misericordia, porque hace maravillas en la vida de los hombres y mujeres de buena voluntad…

¡¡Qué bonito el abandono en Dios cuando se ha sentido su llamada!!

Él pone todo lo demás… Envueltas en esta llamada y felices de poder responder, comienza esta bonita historia. Era lunes de carnestolendas, 11 de febrero, del ya lejano 1619, cuando un grupito de monjas carmelitas llegaba a Villalba desde el convento de Santa Ana de Sevilla. Traían la felicidad como equipaje y la entrega como compromiso. Les animaba la ilusión de abrir un nuevo Sagrario, donde perpetuar la alabanza a Dios y la lumbre ardiente de la intercesión, con el deseo de fundar un nuevo Carmelo desde donde poder extender el amor a Nuestra Santísima Madre de Carmen; devoción que ya nuestros Padres Carmelitas habían sembrado y cultivado hasta verla florecer entre sus gentes. Quedó entonces enclavado en el “Alcor de esta Villa”, esta Casa de la Virgen que es nuestro Carmelo, en este pueblo blanco, lleno de encanto y singular atractivo por su gente sencilla, piadosa y acogedora, que facilitó desde el principio esta andadura que vemos hoy llegar hasta nuestros días.

Vaya para ellas -nuestras cinco hermanas fundadoras- el primer homenaje y el primer reconocimiento, por la puesta en marcha de tan noble empresa; cómo supieron echar firmes los cimientos en los, ahora ya, “viejos” muros, pero aún fuertes y robustos del Monasterio, símbolo de raíces hondas que han cobijado la vida hasta alargar sus frutos a nosotros… Y no menos agradecimiento a los dos centenares y medio de hermanas que, a través del tiempo, han seguido haciendo camino, manteniendo el vigor y la frescura de esta “construcción espiritual”, de la que podemos extraer tantas vidas santas que nos siguen aún motivando y fortaleciendo en nuestro vivir cotidiano. De esta fértil raíz que ellas plantaron se ha mantenido viva la savia del Carmelo, de la que hoy nos gozamos todos, aunque adquiriendo protagonismo nosotras, que nos vemos suceder en ellas…

¡¡Bonito poder soñar en estas campanas conventuales, que a su volteo peculiar han ido haciendo llegar al pueblo tantos mensajes!! Ecos que han vinculado -casi sin apariencias- la vida de las monjas al pueblo, verdadero testigo de esta historia nuestra, donde quedó tatuado el suceder de varias generaciones que, como un legado, se han ido trasmitiendo la gracia unas a otras en esta aventura. Cuatrocientos son muchos años, renovando día a día el don de Dios, como el destilar del rocío al alba, acercando el cielo a la tierra, y llevando la tierra al cielo, cobijados a la misma sombra, en el mismo latir…

Poniendo entonces los pies sobre este pisar, balanceando el pasado en el presente, soñando con prolongar el futuro en nuevos centenarios, damos gracias a Dios y a cada villalbero que compartió su vivir con el nuestro, moldeando la historia que contamos… Gestos simples, llenos de encanto, que nos hacen descubrir los verdaderos valores que hacen posible realizar cualquier sueño: en los momentos álgidos, reconocimiento, satisfacción, regocijo; en los de penuria, solidaridad, respaldo, fraternidad; en las etapas de decadencia, apoyo, aliento, caridad; en los momentos festivos, colaboración, habilidad, ingenio…; un vivir, pues, compartido que multiplica, crece, enriquece…

En el corazón de Villalba, sus carmelitas siempre cobijadas, cobijando al pueblo; expresión, en esta Iglesia local, de “la parte” que como heredad recibimos de “el TODO” al que pertenecemos. Villalba y su Convento, planta de una misma raíz, comparten una misma vida…; por nuestro lado añadida queda, como complemento, la primacía de Dios sobre todas las cosas y la mirada vuelta al cielo en los mismos ojos de la Virgen María, nuestra Madre del Carmen, atrayendo gracias al corazón de cada villalbero, que le hagan posible florecer en la fe y desplegarse en los valores que ella comporta. Haciendo de nuestro pueblo un bello jardín, que ya guarda en su centro un lugar “cercado”, nunca “cerrado”, donde se cultivan flores que las pueden exhalar todos, y que, en el aroma que ofrecen y comparten, promueven y alimentan la comunión…

Gracias Villalba, gracias villalbero; quedas convocado al nuevo “capítulo de historia” que iniciamos hoy, y que ojalá el tiempo lo cuente, como narramos hoy, nosotros, la misericordia del Señor y las maravillas que hace en la vida de los hombres y mujeres de buena voluntad.