EXTRACTOS
Hame venido a la mente, ¡oh beatísimo Papa Eugenio!, el dictar algo que ya os edifique, ya os deleite o ya os consuele. Mas no sé cómo quiere y no quiere salir la alegre pero lenta palabra, disputándose el mandarla a porfía y en contrario sentido la majestad y el amor. Pues si éste la hurga, aquella la inhibe. Pero interviene la dignación, por la que no mandáis esto, sino que lo pedís, cuando os asentaría mejor el mandarlo…
Tuve os antaño en mis entrañas; no tan fácil os sacarán de ellas, Ascended a los cielos, descended a los abismos; no os apartaréis de mí. Os seguiré doquiera que vayáis. Amé al pobre, amaré al Padre de pobres y ricos. Porque si bien os llegué a conocer, no porque fuisteis constituido padre de los pobres dejasteis de ser pobre de espíritu…Os aconsejaré, por tanto no como maestro, sino como madre, para hablar llanamente, como quien os ama.
Quiero comenzar por vuestras ocupaciones, porque en esto sobre todo os conduelo. Sé de qué delicias de quietud gozabais no mucho ha.. No habríais dejar de doleros al verlas tan de súbito sustraídas. Llaga reciente no carece de dolor. A disgusto si no me equivoco sois arrancado a los brazos de tu Raquel, y cada vez que os suceda padecer esto, otras tantas es preciso se renueve vuestro dolor.
Oíd pues lo que censuro, lo que aconsejo. Si lo que vivís y sabéis darlo todo a la acción, nada a la consideración, ¿os alabaré? En eso no os alabaré. Y estimo que nadie tampoco que oyere a Salomón: El que es disminuido con el acto recibirá sabiduría. Ciertamente, ni a la misma acción le conviene no ser prevenida por la consideración.
Bien que fluyan vuestras aguas por las calles. Hombres y bestias y rebaños beban de ellas; pero bebed vos también entre los demás de las fuentes del pozo vuestro. Acordaos, pues, no digo siempre, no digo a menudo sino de vez en cuando de devolveros a vos mismo.
Mas como los días son malos, paréceme basta recomendaros que no os entreguéis todo y a todas horas a la acción, sino que reservéis siquiera algún rato de vuestro corazón a la consideración.
El primer efecto de la consideración es purificar la fuente misma de donde nace, o sea, la inteligencia. Demás de esto ella contribuye a gobernar los afectos, a dirigir los actos, a corregir los excesos, a ennoblecer y santificar las costumbres, a ordenar y embellecer la vida, a conseguir en fin la ciencia de las cosas humanas y divinas. Ella hace suceder el orden a la confusión, sabe unir lo disperso y juntar lo desunido, penetra en lo más secreto, descubre las trazas de la verdad, averigua lo aparente y falso de las cosas, descubre finalmente el engaño. Ella ordena de antemano las acciones que se han de llevar a efecto, no olvidándose de recapacitar sobre los actos realizados, para que no quede en el alma nada que necesite enmienda. Ella por fin en los casos prósperos presiente los peligros que nos amenazan y en los adversos nos fortalece para sobrellevarlos casi sin sentir sus efectos: aquello es propio de la prudencia, esto de la fortaleza.