«Vivamos con Dios como con un amigo. Procuremos que nuestra fe sea viva para comunicarnos con El a través de todas las cosas. Así se logra la Santidad. Llevamos el cielo dentro de nosotras pues Aquel que sacia a los Bienaventurados en la luz de la visión beatifica, se nos entrega por la fe y el misterio. Es el mismo. He hallado mi cielo en la terra pues el cielo es Dios y Dios está en mi alma…»
(Carta 100 A la Condesa de Sourdon)
«Todo depende de la intención que se tenga. Podemos santificar hasta las cosas más pequeñas y transformar en divinos los actos más ordinarios de la vida. Un alma que vive en Dios sólo obra sobrenaturalmente. Las acciones más vulgares, en vez de separarla la unen más íntimamente a El…»
(Carta 275 A María Rolland)
Si hiciéramos crecer a Dios cada día en nuestra alma, que seguridad obtendríamos para compadecer un día ante su infinita santidad. Creo que usted ha hallado el secreto. Por la renuncia se logra mejor esta finalidad divina. Por ella morimos a nosotros mismos y dejamos todo el lugar libre para Dios. Recuerde estas hermosa página del evangelio de S. Juan donde Nuestro Señor dice a Nicodemo: Te doy mi palabra de que si uno no nace de nuevo no puede ver el reino de Dios.
(Jn. 3, 3).
Renovémonos, pues en el interior de nuestra alma, despojémonos del hombre viejo y revistámonos del hombre nuevo a imagen del que le creó (Cl. 3, 10).Se hace esto tranquila y sencillamente alejándose de cuanto no es Dios. El alma se ve entonces libre de temores y deseos. Su voluntad se pierde totalmente en la voluntad de Dios. Como esto produce la unión, ella puede exclamar: «No vivo yo, sino que vive Cristo en mi»
(Gl. 2, 20). (Carta 203 A la Sra. Angles)

«El más santo es el más amante. Es quien más contempla a Dios y satisface más plenamente las necesidades de su mirada».…..«Al que busca y gusta a Dios en todo, nadie puede impedirle permanecer solitario entre la multitud». «No se deja vencer por las cosas cambiantes, tiene la mirada simple e inalterable ante las imágenes mutables pues pasa por encima de ellas teniendo los ojos fijos en Dios».
(Carta 257 A su hermana Margarita Catez)
Hemos sido predestinados, por decisión del que todo lo hace según su voluntad, a ser Alabanza de su Gloria» (Ef.1,11–12) … «Seamos en el cielo de nuestra alma, Alabanza de gloria de la Santísima Trinidad»
(Sor Isabel de la Trinidad)