El estilo de vida contemplativa, dentro de la clausura, es la característica cualificada que marca la diferencia entre la vida de las monjas y el resto de los miembros de la familia carmelita. Más que una separación física del mundo, este estilo de vida nos lleva a la soledad del corazón y a la pronta acogida de la gracia de Dios en todo momento.
De esta manera, el monasterio adquiere su sentido y amplía las limitaciones del lugar, para abrazar a toda la humanidad en el amor. El corazón de la monja carmelita se convierte en un microcosmos lleno del amor de Dios hacia el mundo.
El monasterio es una ayuda para que nosotras, monjas carmelitas, nos centremos en la contemplación, libres de distracciones, más atentas al amor y a la voluntad de Dios, concretizando este amor en el servicio a los demás.
Sabemos bien que el significado de la clausura no es apartarnos del mundo, en el sentido que nos desentendemos de él. Al contrario, experimentamos que cuanto más profundizamos nuestra relación con Cristo, mas nos sentimos impulsadas a salir de nosotras mismas para ponernos al servicio del mundo.
–Ratio Institutionis Vitae Carmelitanae Monialium n. 7–